En un momento tan extraño como el que estamos viviendo, nos es un poco complicado poder disfrutar del patrimonio de nuestro entorno tal y como quisiéramos, esa es la verdad.

En el caso de Sevilla, tenemos la inmensa suerte de poder visitar la gran mayoría de nuestros monumentos y museos respetando, por supuesto, todas las directrices marcadas para que, de manera responsable, hagamos uso de todo el maravilloso patrimonio del que disponemos.

Eso sí, desafortunadamente, algunos de los principales monumentos no están disponibles para las visitas. La Catedral de Sevilla es uno de ellos.

La Santa Iglesia Catedral de Sevilla es un lugar tan absolutamente grandioso, y hablo tanto de su historia como de su patrimonio artístico, que necesita forzosamente varios tours específicos para poder llegar a hacernos una idea de su magnificencia. ¡Y no exagero en ningún momento!

Es tan interesante la historia del templo, su construcción, la preservación de parte de la estructura del antiguo templo, la Mezquita mayor de Sevilla, las distintas intervenciones que iban realizando con el paso del tiempo, las diversas ampliaciones, la simbología, los diferentes accesos… y un sinfín de temáticas, que nunca acabaríamos de hablar sobre este lugar, un templo que se construye para halagar a Dios y sorprender al mundo. ¡Lo podemos esperar todo!

Así que propongo que, si no se puede entrar, nos dejemos impresionar por todo lo que nos cuentan sus muros que miran al exterior, que es mucho, es ilimitado.

La Catedral de la Santa María de la Sede de Sevilla empezó a ser construida en 1433 y se finaliza en 1507. El estilo escogido es el gótico y para ello se contratan a constructores franceses. Desde un primer momento, ya se sabe que ese nuevo templo gótico sería un tanto especial por dos razones: la primera, es que había que adaptar este estilo arquitectónico a las medidas de la parcela que había dejado el derribo de la gran Mezquita Aljama que, como he dicho anteriormente, era el templo que existía antes de la Catedral gótica que conocemos hoy. Y segundo, que no sigue la tradición de comenzar a construir por la cabecera del templo, sino que se inicia la construcción desde los pies. Esta decisión se toma para preservar todo el tiempo posible la Capilla Real donde estaban enterrados varios monarcas. Esta Capilla Real se situaba en la anterior cabecera de la Mezquita cristianizada.

Como veis, desde sus principios, ya se sabía que este lugar sería bastante especial.

Sus 9 accesos al templo tenían usos concretos e incluso eran utilizados por diferentes personas, según cargo eclesiástico o clase social. Además, siete de esas entradas nos cuentan episodios muy concretos del Nuevo Testamento mediante representaciones en murales en los tímpanos de esas entradas con figuras de terracota o piedra artificial.

Por otra parte, desde diversas perspectivas, se disfruta de una vista maravillosa de un gran bosque de pináculos, contrafuertes y arbotantes que, visualmente, hace las delicias de los viandantes que desde abajo alzan la mirada para contemplar tan bella imagen.

Por último, la Giralda, torre magnífica, antigua torre alminar de la Mezquita y cristianizada para su nueva labor como campanario, ¡y qué campanario! De base almohade, coronada con un campanario renacentista diseñado por Hernán Ruiz y coronado por ‘El Giradillo’, la veleta de bronce que salió de las manos del gran artista Bartolomé Morel.

Entonces, ¿creéis que todavía y desde el exterior de la Catedral podemos seguir aprendiendo sobre la interesantísima historia y los prodigios arquitectónicos del mayor templo gótico del mundo?

¡Anímate, coge tu cámara y disfruta de la gran maravilla que es la Catedral de Sevilla!